"...levantó violentamente la copa, dando fin a esa lucha..."
Caecus daría inicio a los festejos con el simple gesto de levantar su copa de vino, luego de ese tradicionalista movimiento comenzaría un nuevo periodo en su vida -El mejor de todos- Como lo describían sus amigos. Los rostros en el salón miraban expectantes cada uno de los gestos del joven Caecus, seguían con simpáticas miradas los movimientos y se reían torpemente cuando la incomodidad del pequeño hombre salía a flote, casi incontenible en ese mar de ojos. Esas risotadas falsas, en especial la de las mujeres pertenecientes al harén de Vetus, le resultaban molestas e irritantes. Se sentía ajeno a ese espectáculo del cual desgraciadamente era el protagonista.
Cada segundo que retrasaba el tradicional acto de la copa se convertía en una inyección de nerviosismo y taquicardia que combinado con el denso ambiente creaba un espectáculo digno de las pesadillas mas perturbadoras del tímido joven. Cuando la traicionera vergüenza se había apoderado completamente de el y se había decidido desplomarlo contra el suelo, Caecus levantó violentamente la copa, dando fin a esa lucha interna a las que se ven enfrentados los hombres tímidos en segundos cruciales de sus vidas. Los gritos efusivos y los festejos desmedidos de tal acto liberaron como un suspiro todos los miedos e incomodidades del joven, que se dedico una sonrisa a si mismo, agradeciéndose haber puesto fin a ese tortuoso espectáculo.
Cuando ya todos estaban rozando la delgada linea entre ebriedad y repugnancia, Caecus vio el momento perfecto para escaparse, corrió hacia el lado oeste de la ciudad evitando a cualquier guardia y distrayendo con su siervo personal al sabio anciano del consejo que solía deambular somnoliento por los pasillos, trepo con facilidad los muros en construcción y al caer del otro lado un golpe de la realidad lo dejo estupefacto, se encontró afuera de las grandes paredes, afuera de la civilización, lo invadió el temor de quien se enfrenta a lo desconocido y se bate en duelo la vida o la muerte. Recordó los viejos relatos de la infancia sobre las temibles bestias que vivían del otro lado de los muros, sus grandes colmillos, el misterioso accionar del destino fuera del resguardo de la civilización, los bárbaros y su despiadado animalismo, la oscuridad de la noche en la estepa oriental, la ausencia del cobijo de los dioses, los vientos capaces de arrasar ciudades completas, y lo peor de todo, el olvido que reina en la intemperie...
Autor: Octavio Alfeo
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