Recuerdo de la infancia la bicicleta oxidada, el arroyo, la silla crujiente de la abuela
el cantar de una carreta lejana
esa que siempre venia pero nunca llego.
La arboleda, dura corteza plagada de cortos atardeceres y cicatrices de tiempo.
El puente durante las mañanas de invierno y su oscilante futuro,
el camino teñido de hojas secas en otoño y de inocentes charcos en verano,
el polvo de la mesa de los jueves, los arboles...La arboleda.
Esos pastos secos que a espías presenciaron un primer amor,
un brote de incertidumbre y pasión.
La tenue luz que se filtraba entre el árbol y mis brazos impacientes,
zigzagueantes entre números embriagados de diversión,
de cortos pantalones y rodillas raspadas.
El imperio de las ramas y sus abejas,
la noche intimidada por el silencio atroz de la oscuridad...
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