domingo, 12 de mayo de 2013

Los Ciruelos de Vera




Lo atraía el nocturno espectáculo que ofrecía el árbol de su patio, hacia ya tres meses que su quinta comenzaba a tomar forma, lo que hace medio año era un rejunte de escombros y yuyos secos hoy parecía querer convertirse en el mas sublime paraíso de ciruelos y áloe vera. El retrato de la ventana contrastaba profundamente con su casa, ciertos días le parecía hundirse en una oscura y densa neblina, tal era la sensación que el lugar ofrecía que tomo por costumbre lanzar unos rasposos tosidos en los primeros momentos dentro de ella, quizás un signo del irritable sofocamiento que lo invadía.
El agua estaba tardando mas de lo previsto, esto alargaba aun mas el divagamiento del que hace horas buscaba deshacerse, tenia cosas que podrían decirse importantes de pensar, pero por alguna extraña razón su mente se esforzaba en medir el tamaño del áloe vera que comenzaba a florecer para luego repetirse hasta el cansancio <Estoy pensando cualquier mierda>.
En dos días planeaba presentarse en el edificio del diario "Tristango" ubicado en la avenida Arevalo, un amigo le había recomendado llevar unos cuantos de sus relatos con una orgullosa esperanza de que su querido compañero conseguiría al fin un trabajo estable. Lo que mas le irritaba de la idea era la pretensión de su amigo, quien en el momento de lanzar la propuesta gesticuló una mueca de felicidad expectante, creyendo quizás que su noticia alegraría profundamente al pobre y amargado desempleado. Odiaba la idea de mezclarse con los periodistas y egocéntricos escritores de novelones perniciosos y taquilleros que se autodenominan "Literatos". Le avergonzaba pensar que la semana pasada en ese mismo diario una nota lo mencionaba a el como "Un poeta desterrado de los albores renacentistas" y luego de eso lo englobaba en los Neorrenacentistas, corriente que, para él, afirmaba los valores más conservadores y anticuados de la burguesía pensante que todavía sobrevivía en el siglo XXI. Terminó acostándose a dormir agobiado de soledad, le angustiaba pensar que su único amigo no notaba diferencia entre los principios e intereses de los miembros del diario y él. El estupor de una traición relampagueaba en su mente.


Autor: Octavio Alfeo

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