Caminaba por las calles, avistando una celebración que tenía atontada a la multitud.
Me sentía desconsolado, estaba harto de contemplar cada sujeto y no poder reconocer su mirada. Pese a tanta muchedumbre me sentía sólo, por mi escasa estabilidad, estoy condenado a sentirme mutilado por la distancia.
La lejanía de su fragancia es indudable, sus desperfectos huyen, mis fuertes apetitos se desenvuelven y cada vez son más macizos. Ella es la celebración que me tiene atontado, la jornada que estimula mis deseos, me sacude, me provoca y me renueva. Esa dama que arrasa mi orgullo y la vuelve tan dócil, mi fiel pasión impulsa mi enamoramiento, sustrae mi peculiaridad, extravagancia y rareza. Ya no soy únicamente, ahora somos únicamente.
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