Tardes noches de frió otoñal, el sentimiento campero, la tierra labrada y la calidez de puntos celestiales, que se encuentran a exorbitantes distancias de nuestra presencia, y no nos proporcionan calor, aun así, sabemos que ellos hierven.
Memorables, sueños, gélidas sensaciones de clama y quietud, tranquilidad absoluta. Infusiones calientes, lecturas reconfortantes y silenciosas, son cosas que mantienen nuestra vigor, permiten que sigamos emitiendo carcajadas. Los vapores de nuestro cuerpo se sienten en el aire al reír, hablar y respirar, estamos llenos de vida.
En cuanto a él ,nos observa y rodea, esplendorosa belleza que no llegamos a comprender. Somos parte de el y lo vemos ajeno a nosotros. El cielo y las estrellas nos sonríen, nos quedamos atónitos cuando esto pasa. Fueron, son y serán admiradas por todos los seres de este planeta y cualquier otro, con capacidades pensantes o sin ellas.

De esta manera, siento que si estuviera mi vida en progreso durante la ultima glaciación, mi sentimiento sería, pienso, el mismo. Más bien, la tecnología nos rodea y nos aleja de nuestro rumbo primero, ese, que no ya no recordamos, es el cielo ,y su belleza nocturna, quien nos conoce mas que nadie.
Autor: Lorenzo Bober
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