Doctores todos, bajo el amparo de Bordoletti:
La mirada de la Navidad desde la perspectiva del consumismo es dominante por el enorme grupo, que cada vez se acrecienta más, de los rebeldes del sistema. Sin embargo, también debe plantearse la mirada simbólica del festejo: cada año, la masificada "comunidad" -entre comillas- celebra el nacimiento de Jesús de Nazaret: no se recuerda la conclusión de lo que alguien hizo en paso transitorio por el mundo, como el Día del Maestro por la profesión de Sarmiento, ni el Día de la Tradición por la obra de José Hernandez, sino la esencia misma de su individuo, aquella que corre en la sangre de todos y todo. Más aún, ¿no era Jesús el más claro ejemplo de una vida en contacto directo con esta esencia? Quitando toda aquella estructura social-histórica que se construye sobre sus enseñanzas, o mejor dicho, sobre las interpretaciones de sus palabras, ¿no eran éstas un reflejo de la forma de vida que permite al hombre una felicidad garantizada? En todo caso, Jesús fue malinterpretado, tanto por sus perseguidores en su tiempo como por sus seguidores veinte siglos después, pero no es motivo para frustrar una de las pocas celebraciones de la vida. Esa vida que, quizás, era la que os invadía a vosotros, doctores, y a mí, en nuestros inocentes primeros pasos que dábamos en este mundo que se convertiría en el pantanoso camino que hoy transitamos. Quizás en un universo paralelo, la navidad sea un día de descanso, para la celebración de trecientos sesenta y cuatro navidades, "nacimientos"; como la misma palabra lo dice, encuentros con la esencia que comparten todos los sabios y locos, pero que pertenece hasta los renacuajos, los chanchos, las piedras, y la humanidad. Ruego que no os prive la caótica realidad que les invade, el goce más absoluto del festejo de la vida y el encuentro con el Todo.
La mirada de la Navidad desde la perspectiva del consumismo es dominante por el enorme grupo, que cada vez se acrecienta más, de los rebeldes del sistema. Sin embargo, también debe plantearse la mirada simbólica del festejo: cada año, la masificada "comunidad" -entre comillas- celebra el nacimiento de Jesús de Nazaret: no se recuerda la conclusión de lo que alguien hizo en paso transitorio por el mundo, como el Día del Maestro por la profesión de Sarmiento, ni el Día de la Tradición por la obra de José Hernandez, sino la esencia misma de su individuo, aquella que corre en la sangre de todos y todo. Más aún, ¿no era Jesús el más claro ejemplo de una vida en contacto directo con esta esencia? Quitando toda aquella estructura social-histórica que se construye sobre sus enseñanzas, o mejor dicho, sobre las interpretaciones de sus palabras, ¿no eran éstas un reflejo de la forma de vida que permite al hombre una felicidad garantizada? En todo caso, Jesús fue malinterpretado, tanto por sus perseguidores en su tiempo como por sus seguidores veinte siglos después, pero no es motivo para frustrar una de las pocas celebraciones de la vida. Esa vida que, quizás, era la que os invadía a vosotros, doctores, y a mí, en nuestros inocentes primeros pasos que dábamos en este mundo que se convertiría en el pantanoso camino que hoy transitamos. Quizás en un universo paralelo, la navidad sea un día de descanso, para la celebración de trecientos sesenta y cuatro navidades, "nacimientos"; como la misma palabra lo dice, encuentros con la esencia que comparten todos los sabios y locos, pero que pertenece hasta los renacuajos, los chanchos, las piedras, y la humanidad. Ruego que no os prive la caótica realidad que les invade, el goce más absoluto del festejo de la vida y el encuentro con el Todo.

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