El ojo de los internados
Nadie
se propuso jamás entender como era el mundo desde la otra perspectiva;
desde el ojo de los internados.
Los pasillos gélidos eran transitados
por esos gigantes de cabeza mas aguda en la barbilla y mas grande en el
cráneo, cuyo único objetivo parecía ser el de entretenerse lo mas
posible con esos hombres que habían llegado a sus manos sabe Dios cómo.
Desde las camas se oía diariamente la percusión de estos monstruos, que
parecía despertar hasta los ratones de los cuartos olvidados de ese
edificio colosal.
Fue un día en el que entregaron a todos los
internados un par de tijeras. "Úselas"; ni una palabra más. Y al día
siguiente, la libreta de observaciones de comportamientos se llenó de
"cortóse las venas de la muñeca", "clavóse la hoja en la vena yugular",
"clavóse una hoja en su estómago, 9 veces", junto al número de los
internados. El único que no quedó registrado fue uno, que al día
siguiente se vio ante los ojos de los señores con su cabello y su barba
recortada. Fueron los últimos los que se encargaron de que corra el
mismo destino que los demás. Claro que ni para el internado, ni para
ellos, ni para Dios fué lo mismo.
Matias Jurjevic
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