lunes, 28 de enero de 2013

El ojo de los internados

Nadie se propuso jamás entender como era el mundo desde la otra perspectiva; desde el ojo de los internados.
Los pasillos gélidos eran transitados por esos gigantes de cabeza mas aguda en la barbilla y mas grande en el cráneo, cuyo único objetivo parecía ser el de entretenerse lo mas posible con esos hombres que habían llegado a sus manos sabe Dios cómo. Desde las camas se oía diariamente la percusión de estos monstruos, que parecía despertar hasta los ratones de los cuartos olvidados de ese edificio colosal.
Fue un día en el que entregaron a todos los internados un par de tijeras. "Úselas"; ni una palabra más. Y al día siguiente, la libreta de observaciones de comportamientos se llenó de "cortóse las venas de la muñeca", "clavóse la hoja en la vena yugular", "clavóse una hoja en su estómago, 9 veces", junto al número de los internados. El único que no quedó registrado fue uno, que al día siguiente se vio ante los ojos de los señores con su cabello y su barba recortada. Fueron los últimos los que se encargaron de que corra el mismo destino que los demás. Claro que ni para el internado, ni para ellos, ni para Dios fué lo mismo.


Matias Jurjevic

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