sábado, 1 de junio de 2013

Peligrosa y plena obsesión.





Esa naturaleza de querer libertad a toda costa, pero mediante la lucha de burlar las reglas me convierte en un prisionero más. Tanta discreción, miedos y claustrofobia, sin faltar el detalle de aterrarme con la misma oscuridad que abunda por mi escondite secreto.
Ese dolor que acaricia mi consciencia y detiene mi andar, esas raíces que recorren la tierra dura y firme, queriendo salir a la superficie y golpear la corteza de hierro con mis ramas. Así quiero actuar en ese mismo instante, así quiero lucir frente a la monarquía represiva y moralmente correcta, según la conclusión social que concretaron desde hace muchísimos años - El miedo crece y la naturaleza se desprende de las ramas, y se convierten en plástico -
Los creyentes rezan, los fanáticos idolatran, los moralistas racionalizan, y los cursis usan el sentimentalismo. Se están olvidando de descartar esas opciones, no fían de su capacidad, se olvidan de su orgullo, se olvidan de razonar, y se olvidan de sentir.
Juegan con el amor, la convierten en una actuación para un film de vaga voluntad y no terminan creyéndose su propio libreto.
Jesús es un símbolo de amor y sabiduría, los creyentes quieren ser como el, quieren tener las virtudes de el, quieren sentirse completamente limpios como el, pero Adán y Eva los hacen sentirse miserables, sin el alcance de ser magníficos y divinos, porque seguirán siendo pecadores pero voluntariamente serían perdonados.
La naturaleza se desprende de sus seres y las hace represivas, los santos son reprimidos, son peligrosos, incluso dicen haber sido tentados, rodeados de mujeres desnudas y ninfómanas, eso no fue más que una proyección alucinante creado por la misma represión, se sintieron prohibidos disfrutar sexualmente y la prohibición se tornó una obsesión.
En mi caso, soy un miserable unitario que está obsesionado con la libertad, que al parecer está muy limitada, mejor dicho, prohibida.







Autor: Matías Valle

No hay comentarios:

Publicar un comentario