martes, 16 de abril de 2013

Agua de rió


Llovía torrencialmente en las planicies del Amazonas. El verano traía con sigo las frecuentes lluvias , eso era bien sabido por Nené y su amigo Tanzán, que comenzaban a arrepentirse de haber tomado el camino difícil, "el camino del aventurero", como lo llamaban los residentes. Más sus espíritus juveniles que buscaban insaciablemente emociones parecía gozar de la situación en la que sus cuerpos exhaustos y lastimados sufrían fuertemente. Nené reía para si mismo, con los ojos cerrados y la cabeza inclinada, casi usando toda la fuerza que aún poseía su cuerpo, y Tanzán lo miraba e imitaba su reír casi de igual manera. La risa se convirtió en carcajadas y en un momento se vieron sentados en la espesa selva, riendo hasta llorar y dando respiros profundos para tratar de componer sus cuerpos deteriorados. Comieron unas frutas que habían arrancado de unos árboles, cuyo nombre no conocían pero que habían comido primerante con los residentes.
Posiblemente a causa de la relajación en la que estaba inmerso Nené, comiendo esa fruta jugosa y dulce, bajo la lluvia que parecía ceder, dijo a Tanzán: "Quizás sea mejor que descansemos. Armemos la tienda aquí, que el suelo es plano, y a la mañana seguimos". Comenzaba a anochecer. Pero la mente rigurosa de Tanzán no le permitía tal cuestión. "Caminemos un poco más. Cuando anochezca completamente y si la lluvia cede, armaremos la tienda. " Sin ánimo de discutir, Nené accedió de mala gana, e hizo un esfuerzo colosal para levantar su cuerpo desgastado, y comenzaron a caminar hacia el Noreste.
La lluvia había cesado casi por completo, solo una suave llovizna acompañaba su paso. Durante el camino, Nené se dio cuenta que lo mas seguro es que la decisión de Tanzán de seguir caminando era la mas adecuada; que seguramente aquel alivio de su cuerpo cansado lo obligaba a tomar una decisión en contra de su corazón. Al darse cuenta de esto, lanzó una carcajada que hizo eco en todo el Amazonas, y le dió a su amigo una palmada en el hombro. Habían entrado a un terreno con muy pocos árboles, y con el suelo inundado de un lodo en el fácilmente podrían hundirse. Avanzaron con cuidado. Pronto vieron algo que les animó mucho: a lo lejos, una persona caminando dificultosamente sobre el lodo espeso. Luego se dieron cuenta de algo que, para su sorpresa, estaban pasando de alto. Un camino, un poco desdibujado pero perfectamente visible marcaba la ruta hacia donde se dirigía el solitario caminante. Se acercaron rápidamente para preguntarle si hacia donde se dirigía era al mismo destino que el de ellos. Era una mujer. Tanzán fue quien habló: "Bendita sea, somos aventureros en busca de la iluminación". La mujer se presentó y confirmó que, efectivamente, ella era una residente sirvienta en el Santuario de las Hormigas Rojas, y que les mostraría el camino.
Luego de caminar unos 200 metros, Nené se dio cuenta de la dificultad que tenía la mujer al caminar, y juntando energías de la nada, la levantó y la cargó en sus hombros, y caminó impresionantemente al mismo ritmo al que venía caminando. La cara de la joven mujer dibujó una sonrisa que llenaría de vitalidad a quien la mirase. El agotamiento de los días de viaje parecieron desaparecer en ese instante, y Nené sentía una fuerza que nunca había sentido. Tanzán, pareciendo ajeno a la escena que transcurría a su lado, clavó la mirada en el rostro de Nené, que miraba duramente hacia el destino cada vez mas cercano.
Al llegar finalmente al templo, Nené dejó a la joven mujer en la entrada, que rápidamente fue a una habitación, que parecía ser de los servidores. El templo rebosaba de flores de colores diversos, las viviendas estaban hechas de madera y los habitantes que primeramente lograron divisar usaban ropas de colores rosados y celestes, de un material perecido al lino. Se les acercaron dos monjes, ambos con una sonrisa en su rostro; uno de ellos parecía europeo, de tes blanca y con unos ojos celestes que invadían de calma a quien miraba. El otro era seguramente nativo de Brasil, tenía una mirada mas entusiasmada, como estando excitado de la llegada de los aventureros. Les invitaron té en un salón y los llevaron hacia su habitación, cuyo interior estaba rebosante de un aroma a tantas flores que parecía todo un jardín.
Ya hacia el anochecer, ambos estaban en la habitación: Nené recostado en su lecho disfrutando el embriagante aroma floral, y Tanzán, parado en la puerta, apoyando su hombro sobre la pared, con una mirada de disgusto, como cuando un padre se decepciona de su hijo. "El camino hacia la iluminación, significa no acercarse a las mujeres, sobre todo si son jóvenes y agraciadas. Es peligroso. ¿Por qué has hecho eso?", dijo a Nené.
"Yo ya he dejado allá a la muchacha- repuso Nené- ¿Tú todavía la traes contigo?"

Al amanecer, un sirviente de aspecto agradable entro a su habitación, despertando a Nené y Tanzán. Les informó que su maestro los esperaba en una hora en el Jardín Central, y que primero vallan a desayunar. Eso hicieron, y en el salón Nené vio a la mujer que había ayudado el día anterior. Ella estaba ayudando a servir el desayuno a los maestros. Lo miró y le sonrió, y Nené le retrubuyó con un gesto de saludo con su mano. En la mesa donde se sentaban los maestros, estaban el hombre de ojos celestes y aquel otro que era nativo de Brasil. Éste ultimo lo reconoció, y lo miró con esa sonrisa con que los había recibido, que parecía ser su única expresión. En general, esa sonrisa era una constante en el Templo.
Al encontrarse con su maestro, Nené y Tanzán lo saludaron con una reverencia y se quedaron de pie en frente. El maestro llamado "Agua de río", miró primero la cara de Tanzán, como inspeccionando algo invisible al ojo común. Luego de unos segundos, se aproximó a Nené. Cuando supo que el maestro se aproximaba, sintió una clase de nerviosismo infantil que le hizo escaparse una risa, que oculto muy adecuadamente. A penas un instante lo examinó el tal "Agua de río", y éste exclamó: "¡Pero, hombre, qué tienes que aprender si tu ya estas iluminado!". Y la ira invadió las profundidades del alma de Tanzán, que miraba atentamente la escena del examen de Nené. Sin esperar un segundo a las palabras del maestro, Tanzán dijo: "Maestro, necesito unos años más para preparar mi mente y mi espíritu". El maestro se acercó a él, reconociendo su sabiduría y su paciencia, y asegurándole que el templo siempre estará abierto para su regreso. Mientras tanto, Nené parecía no entender cual era el futuro de su fiel amigo, pero una suave brisa le aclaraba que nada es azaroso. Nené se fue al recinto con "Agua de río", en donde lo reconocería como Maestro. Tanzán no miró atrás saliendo del templo, miraba el lodo y recordaba la lluvia torrencial del ayer.



Matias Jurjevic

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